Disfruto en mis momentos libres una excelente serie: «Un espía entre amigos». Los papeles protagónicos están a cargo de los extraordinarios Damian Lewis y Guy Pearce. Es una historia de espías en los años de la Guerra Fría, pero de espías de verdad, de los que trabajan con la tensión de la inteligencia y que resguardan su personalidad con un férreo autocontrol. Es la época del gran «topo» del servicio secreto británico, el sofisticado Kim Philby, cuya historia es el eje de la trama.
La serie es una delicia para quienes gusten de diálogos inteligentes y cuidadosos, donde los personajes parecen estar cuidando sus palabras, como si en todo momento estuvieran rodeados de micrófonos escondidos.
Los diálogos se suceden, pero son tres los principales: los de dos antiguos amigos, inmersos en las instituciones británicas de espionaje, confrontados por la traición de uno de ellos, y los interrogatorios a los que son sometidos después. La serie, en sí, es una muñeca Rusa donde los diálogos abren nuevos diálogos y en donde en cada uno de ellos surge un pequeño universo. Esos diálogos están enmarcados en el peculiar estilo británico de la conversación: palabras cuidadosamente expresadas, una sutil ironía, una inteligencia elegante. Vaya. una delicia, en especial para los que somos aficionados al género de espías.
El tema Philby, como es lógico, ya fue tratado en otros momentos en la literatura y el cine. Tenemos por ejemplo la novela «El Topo», de John le Carré, que se volvió con los años en una excelente pelicula (2011) que recupera su tensión y tono oscuro (con las actuaciones de Gary Oldman, Colin Firth, Benedict Cumberbatch y Tom Hardy)
Un momento genial de la serie es la fugaz aparición de Ian Fleming, muy joven, cuando colaboraba en el espionaje británico. La escena nos muestra a Fleming supervisando un traje de buceo que permite a un agente, después de nadar, quedar completamente seco, para aparecer con esmoquin y deslizarse en una fiesta nazi en Holanda. El guiño de la serie nos muestra ese momento donde Fleming debió inspirarse para crear a su famoso espía literario, el más famoso del cine: James Bond.
En fin, no deben esperarse grandes emociones, sino tensiones cuidadosas, como si fuera una partida (o muchas) de ajedrez, mientras los agentes y quienes les rodean viven en medio de la oscuridad, la tristeza y el peligro.

